sábado, 14 de noviembre de 2009

El animal moribundo

Philip Roth
El animal moribundo, traducción de Jordi Fibla. Editorial Alfaguara, 2002.

Sólo para uso personal (No se use con fines comerciales)

Vea en pantalla completa





Descargar desde BOXNET







Fragmento

La conocí hace ocho años. Asistía a mi clase. Ya no me dedico a la enseñanza a jornada completa y, en rigor, no enseño literatura en absoluto, sino que, desde hace varios años, doy una sola clase, un importante seminario de escritura crítica para estudiantes de último curso que se denomina Crítica Práctica. Atraigo a muchas alumnas, por dos razones: porque es una materia con una fascinante combinación de encanto intelectual y encanto periodístico, y por- que me han escuchado en la NPR, donde hago crítica de libros, o me han visto en el Canal 13 hablando de temas culturales. La tarea que he realizado durante los últimos quince años como crítico cultural en el programa de televisión me ha dado una considerable fama local y por ese motivo les atrae mi clase. Al principio, no me daba cuenta de que salir en la tele una vez a la semana durante diez minutos podía ser tan impresionante como resulta serlo para estas alumnas. Pero la celebridad las atrae sin remedio, por muy insignificante que pueda ser la mía.

Ahora bien, como sabes, soy muy vulnerable a la belleza femenina. Cada uno está indefenso contra algo, y yo lo estoy en ese aspecto. Veo la belleza y me ciega para todo lo demás. Asisten a mi primera clase y sé casi de inmediato cuál de ellas es la chica apropiada para mí. Hay un relato de Mark Twain en el que éste huye de un toro y se esconde en la copa de un árbol; el toro alza los ojos para mirarle y piensa: «Usted es mi carne, señor». Pues bien, ese «señor» se transforma en «jovencita» cuando las veo en clase.

Desde entonces han pasado ocho años; yo tenía ya sesenta y dos, y la chica, que se llama Consuelo Castillo, veinticuatro...

No hay comentarios: