Liquidación, traducción de Adán Kovacsics, Editorial Alfaguara. Madrid: 2004. ISBN: 84-204-0116-1
Sólo para uso personal (No se use con fines comerciales)
Vea en pantalla completa
Descarga directa desde BOXNET
Fragmento de Liquidación
Lo cierto es que a mis diecinueve o veinte años —corrían entonces los principios de los sesenta— un libro fue a parar a mis manos. Si no me equivoco, ya he mencionado la existencia de este libro cuyo título y autor no nombraré, puesto que los nombres y las ideas asociadas a ellos significan algo distinto para cada uno y cada época. Supe de la existencia de este libro a través de otros libros, así como el astrónomo deduce la existencia de un cuerpo celeste desconocido por el movimiento de otros planetas; por aquel entonces, en la época de las causas ininteligibles, el libro no se podía conseguir por causas, precisamente, ininteligibles. Me afanaba entonces, justamente, por mis años universitarios, no tenía mucho dinero, pero invertí lo poco que poseía en mi empresa: puse en marcha a libreros de viejo y renuncié a mis almuerzos para hacerme con una edición antigua. Leí luego aquel grueso volumen en el banco de un paseo, pues despuntaba la primavera y en mi habitación de realquiler reinaba una eterna y deprimente penumbra. Aún recuerdo las aventuras de la imaginación que viví cuando leí en el libro que se revocaba la Novena Sinfonía. Me sentía un elegido, iniciado en un secreto guardado para unos pocos, alguien a quien han despertadode sopetón para desvelarle, a la luz deslumbrante de una sentencia, el estado insalvable del mundo.
Aun así, no creo que este libro me llevara a mí funesto camino. Lo leí, y se durmió poco a poco en mi interior, como otros, bajo las gruesas y blandas capas de mis lecturas posteriores. Un sinnúmero de libros duerme en mi interior, buenos y malos, de todos los géneros. Frases, palabras, párrafos y versos, que, tal infatigables realquilados, resucitan de forma inesperada, vagan en solitario por mi cabeza y a veces se ponen a badajear allí a voz en cuello, sin que yo atine a callarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario